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Trump inicia hoy su controvertida visita de estado a Reino Unido tras haber hecho añicos el manual de la diplomacia responsable, con consejos explícitos en materia de política interna, posicionamientos acerca de quién debería ser el próximo primer ministro (Boris Johnson) y la recomendación de reclutar a Nigel Farage para renegociar con Bruselas el acuerdo del Brexit.

Aunque la presencia del presidente de EEUU, quien se trae a tres de sus hijos en la delegación, cierra el legado del mandato de Theresa May, es difícil que, a cinco días del cese oficial de su mandato, la premier mantenga el entusiasmo de complacer a Trump que tenía a principio de 2017, cuando le había ofrecido el honor nada más mudarse a la Casa Blanca.

El panorama al norte del Canal de la Mancha semeja haber cambiado radicalmente desde entonces, pero paradójicamente, todo sigue igual. El país continúa en la Unión Europea, sigue desconociendo qué fórmula tendrá el divorcio y la invitación al mandatario norteamericano genera tanta contestación ciudadana como cuando May la había formulado con la esperanza de apuntalar la alianza trasatlántica para el futuro de oportunidades que ambicionaba una vez cercenados los lazos con Bruselas.

Dos años y medio después, la primera ministra que recibe a Trump es una dirigente en retirada, carente de autoridad y forzada a abandonar Downing Street sin haber completado la misión fundamental que la había llevado hasta la residencia oficial. Lejos de mostrar contención ante el escarnio sufrido durante meses, su invitado de honor se ha encargado de dificultar todavía más sus últimas horas en el Número 10, al transmitir asesoramiento sobre cómo romper la parálisis de la salida de la UE, un diagnóstico no solicitado diametralmente opuesto a lo que May estuvo dispuesta a aceptar como primera ministra.

Fuente: eleconomista.es