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Por: Vicente Nieves

Esta vez sí es diferente. La llegada de una recesión, que ya parece imparable, está siendo desatada por un pánico que supera con creces al miedo que genera la propia economía. La salud está por encima del dinero, y por eso las inyecciones, los programas de estímulos a gran escala y el crédito gratis podrían calmar levemente el dolor, pero no curar la crisis de confianza del coronavirus. Cuando el problema era de oferta, los bancos centrales no podían mitigarlo (ellos alteran el lado de la demanda a través de sus políticas) y ahora que también es de demanda, tampoco pueden devolver la confianza mientras el coronavirus siga expandiéndose. Salvo milagro (aparición de una vacuna inminente o algo similar), los encargados de formular las políticas en el mundo (gobiernos, bancos centrales…) van a necesitar tomar medidas mucho más extremas para salvar a la economía global de un colapso. Como dice Joachim Fels, asesor económico de Pimco, «es el momento de tocar todas las palancas para que la ya inevitable recesión no se convierta en una auténtica depresión económica».

Los bancos centrales están haciendo todo lo que pueden (aunque quizá estén fallando en la forma de comunicarlo, lo que puede reforzar el pánico) con las herramientas que se les permite usar en este momento, mientras que los gobiernos están lanzando planes fiscales que buscan aliviar la situación, pero que están lejos de ser suficiente para que las empresas que han tenido que detener su actividad puedan sobrevivir, y mucho menos mantener los puestos de trabajo. Tiempos excepcionales requieren medidas excepcionales. La prolongación de esta pandemia amenaza con destruir tanto a empresas solventes como a las que ya estaban en peor situación.

Las bolsas mundiales se están hundiendo. Este lunes sufren otra sesión ‘negra’ marcada por el movimiento a la desesperada que realizó este domingo la Reserva Federal de EEUU, rebajando los tipos al 0% y lanzando un nuevo QE. Las viejas herramientas no están sirviendo para cortar la sangría, es más, a primera vista parece que están generando más pánico en un momento de gran incertidumbre. 

«Lo han reventado. La Fed ha entrado en pánico y el mercado está asustado. El S&P 500 estaba en máximos históricos hace menos de un mes y ahora la Fed ha gastado todas sus herramientas convencionales y no convencionales. La conclusión clave es que realmente han gastado toda la munición y esto es a lo que un banco central debe tener miedo», explica Michael O’Rourke, estratega jefe de mercado de JonesTrading en declaraciones a Bloomberg.

Kallum Pickering, economista senior de Berenberg, hace la siguiente reflexión en una nota para clientes: «Crédito barato, la flexibilización cuantitativa, inyecciones de liquidez, garantías de préstamos, exenciones fiscales, pagos en efectivo. Todas estas medidas pueden y ayudarán… Sin embargo, cualquier política que pueda alentar a las empresas a mantener sus trabajadores mientras que las autoridades abordan la emergencia médica será beneficiosa, ya que aumentará la posibilidad de que las economías puedan volver a la normalidad rápidamente una vez que se levanten las restricciones de contención. Al final, el coste para el contribuyente será menor«.

Hay que hacer lo que sea necesario para proteger a las empresas y a sus empleados. Moratorias fiscales, exenciones del pago de las cotizaciones sociales, ayudas directas para alquileres de locales y edificios… Proteger a las empresas supone proteger al empleo. Una vez que los bancos centrales han allanado el terreno con políticas más expansivas, ahora toca a los gobiernos canalizar ese crédito de la forma más efectiva posible para salvar el mayor número de empleos y empresas. Por ejemplo, el Gobierno de Dinamarca ha anunciado que asumirá el 75% del sueldo de los empleados para evitar una ola de despidos. Estas medidas, para los países que tengan margen, pueden ser claves para proteger a los trabajadores y empresas. 

«Los formuladores de políticas no pueden detener la pandemia con herramientas monetarias, fiscales o regulatorias. Contener y gestionar la pandemia es la prioridad clave, incluso si las medidas para hacerlo implican serios costes a corto plazo. Los encargados de formular políticas pueden indicar a los mercados que no permitirán que el impacto de la pandemia y sus consecuencias económicas provoquen importantes efectos secundarios a través de una crisis financiera además de la emergencia médica subyacente», sentencia este experto.

El coronavirus está haciendo retroceder a la actividad económica en los países más afectados (en China se estima que la actividad económica pudo contraerse en un un 10 y un 25% en los dos primeros meses del año) y amenaza con seguir propagándose. Fuentes del sector textil y del corcho en España aseguran que si las ventas no retoman la normalidad no tienen espacio para seguir acumulando inventarios, por lo que se verán obligados a detener la actividad a la par que siguen pagando a trabajadores, alquileres, etc.

Este es un dinero que nunca podrán recuperar aunque se les ofrezcan líneas de crédito al 0%, puesto que el principal de este crédito hay que devolverlo pese a que las empresas estén totalmente paralizadas, por lo que la única solución es la destrucción de empleo, echar el cierre o resistir con unos niveles de deuda mucho más altos. Algo similar ocurre en España con miles de negocios en el sector servicios, cuyos ingresos han caído a cero pero una parte importante de sus gastos se mantiene pese a las primeras medidas de urgencia del Gobierno.

El coronavirus es algo excepcional y que podría generar pánico solo durante unos meses. Sin embargo, ese corto periodo de tiempo puede generar una larga de depresión económica si no se actúa ahora y con contundencia. Fels cree que «en primer lugar, esto requerirá una respuesta fiscal muy grande para apoyar a las personas y empresas que se ven afectadas negativamente por la crisis. Tal respuesta ya está en marcha en muchos países. La desgravaciones fiscales, las transferencias a particulares y los subsidios a las empresas aumentarán significativamente los déficits presupuestarios actuales. Además, las garantías gubernamentales para préstamos bancarios a empresas anunciadas por varios gobiernos europeos en los últimos días aumentarán los pasivos implícitos del gobierno y pueden conducir a mayores déficits futuros en el caso de pérdidas. Por lo tanto, una consecuencia de la crisis será (incluso) niveles más altos de deuda del sector público en el futuro».

El economista de Berenberg recuerda lo sucedido en Europa durante la crisis de deuda soberana. El entonces presidente del BCE, Mario Draghi, puso fin a la crisis del euro con un simple whatever it takes (lo que sea necesario). «Un mensaje coordinado de la comunidad internacional de los políticos y banqueros centrales asegurando que harán lo que sea necesario y durante el tiempo que sea necesario hasta que pase la tormenta calmarán los nervios rápidamente y, por lo tanto, contendrán el riesgo de una crisis financiera en toda regla», sentencia este experto.

Fuente: eleconomista.es