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  • ¿Qué es lo que quiere la primera ministra y qué puede conseguir?
  • La famosa factura centrará las primeras negociaciones con la UE

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Lo mucho o lo poco que la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, ha dicho sobre el Brexit se puede encontrar en las 75 páginas del libro blanco -la guía con las claves para poner en marcha la salida de la Unión Europea-, en las 137 palabras del proyecto de ley que el Parlamento británico publicó en enero o en las 6.000 palabras que utilizó en su esperado discurso del 17 de enero.

Ahora, casi un mes después del discurso de May en el palacete de Lancaster House, y con la fecha límite para desencadenar las conversaciones formales para el divorcio con el Viejo Continente aproximándose -el 31 de marzo es el deadline– ha llegado el momento de preguntarse, ¿qué sabemos y qué no sabemos del Brexit? Tim Ross, periodista de Bloomberg, se ha puesto manos a la obra para tratar de explicar lo que aún no ha contado May.

¿Cuándo invocará May el artículo 50?

Uno de los temas sobre los que más se ha especulado últimamente es la posible fecha en que la primera ministra decida finalmente pulsar el botón de salida, pero eso es algo que sigue siendo un completo misterio. Altos funcionarios del gobierno explicaron a Bloomberg que a buen seguro May querrá evitar que el anuncio coincida con la celebración del 60 aniversario de los Tratados de Roma, previstos para el próximo 25 de marzo.

Algunos piensan que a May le gustaría hacer el anuncio en persona entre el 9 y el 10 de marzo en la cumbre de la UE en Bruselas. Otros sugieren que podría dar un discurso en Reino Unido y enviar a la Comisión Europea un e-mail.

Lo que parece claro es que solo si la Cámara de los Lores modifica o rechaza el proyecto de ley que permite al Gobierno invocar el artículo 50 -aprobado ya en la Cámara de los Comunes- el anuncio podría retrasarse más allá de las dos primeras semanas de marzo.

¿Cómo se estructuran las conversaciones?

El jefe negociador de la UE para el Brexit, Michel Barnier, ya ha dicho que quiere ir haciendo las cosas «en el orden correcto», una señal de que prefiere lidiar primero con el divorcio para a continuación fijar la nueva relación que mantendrán las partes, guardando la posible fase de transición para la etapa final del proceso. Hacerlo de esa manera permitiría además a la UE poner precio a la factura de la separación, para definir después la cantidad de acceso que concederá a Gran Bretaña a los mercados europeos.

Por su parte, su homólogo británico, David Davis, ha expresado que el tiempo es tan corto que debe haber superposición de las fases, y que las negociaciones deben producirse de forma simultánea para que el acuerdo final esté firmado antes de octubre de 2018, lo que permitiría cumplir con el plazo de dos años en que los legisladores en Londres y Estrasburgo deben votar.

Así, que el primer tema de la negociación es muy probable que sea cómo deben afrontarse las propias negociaciones.

¿Cuánto le costará al divorcio?

«El Brexit significará que Gran Bretaña dejará de pagar grandes sumas de dinero a la UE. Pero se podría hacer una contribución adecuada con el fin de participar en ciertos programas», expuso May en enero.

Mucho antes de que se llegue a esa etapa, el Reino Unido deberá hacer frente a sus obligaciones pendientes de pago con la UE, la conocida factura de la que se ha hablado tanto estos días. La dolorosa podría estar comprendida entre los 24.500 y 72.800 millones de euros aproximadamente, según un informe del think-tank del ‘Centro para la Reforma Europea’, mientras que Barnier habría fijado el montante final en unos 57.000 millones.

May deberá navegar entre lo que pida Europa y lo que los ciudadanos de Reino Unido estén dispuestos a pagar. Cabe recordar que los defensores del Brexit como Boris Johnson se comprometieron a recuperar los «350 millones de libras que su país enviaba a Europa cada semana».

¿Qué pasa con la inmigración?

Controlar -y recortar- la inmigración es prioridad absoluta para May. De hecho, el futuro régimen de inmigración del Reino Unido es poco probable que cuente para nada en las conversaciones sobre el Brexit. Según el equipo de la primera ministra, esto simplemente no será incumbencia de la UE.

El destino final de los ciudadanos de la UE en las islas será más claro a medida que avancen las negociaciones. El secretario de Estado de Inmigración, Robert Goodwill, planteó la posibilidad de que las compañías de Reino Unido paguen, una vez desligados del régimen europeo, 1.000 libras (1.152 euros) por cada empleado no británico que contraten. Además, se ha filtrado la posibilidad de establecer un límite al número de inmigrantes en plantilla y adoptar un sistema de visados similar al de Estados Unidos.

A pesar de estas medidas, desde el Gobierno insisten en que siempre se dará la bienvenida a los empleados altamente cualificados y a lo que ellos llaman ‘clever financiers’, ejecutivos y hombres de negocios bien formados, anticipando que Londres seguirá siendo la capital de las finanzas.

¿Qué pasa con los ciudadanos de la UE?

May ha sostenido desde un primer momento que garantizará «tan pronto como sea posible» los derechos de los más de 3 millones de ciudadanos de la UE que viven en Reino Unido y los derechos de los 1,2 millones de británicos que viven en el bloque comunitario. El éxodo por el Brexit comienza a pasar factura: los empresarios de Reino Unido no encuentran mano de obra.

La mayoría de los países de la UE están en principio de acuerdo. De hecho, los llamados derechos adquiridos serán una de las cosas que antes se discutirán cuando comiencen las conversaciones.

¿Cuánto tiempo durará la transición?

Después de todas las conversaciones, May quiere que se abara «un proceso gradual de implementación de lo acordado» para facilitar el ajuste entre Reino Unido y la UE, así como para asegurarse de que las empresas no se vean de repente en el «borde del acantilado».

Las empresas quieren tiempo para adaptarse. La industria financiera asegura que necesita un mínimo de tres años para no verse afectada por la salida de la Unión Europea, o peor aún, a tener que elegir rápidamente entre papá y mamá sin siquiera haberse mudado. El problema es que si el proceso se prolonga demasiado los defensores de un corte limpio podrían poner en la mira a May.

¿Qué tipo de acuerdo comercial?

Theresa May dijo que quiere un «acuerdo de libre comercio audaz y ambicioso» con la UE. Palabras que no ofrecen con claridad qué cubrirá el acuerdo, ni cómo. ¿Cómo operarán los bancos de Reino Unido con el bloque comunitario? ¿Qué derechos de pasaporte conseguirán mantener? Son demasiadas las preguntas que aún están en el aire.

Además, Reino Unido no está pidiendo retener la membresía del mercado único, lo que hace más difícil prever qué tipo de acceso quiere May, o qué pretende ofrecer. Es un misterio.

¿Cómo funcionarán los actuales acuerdos?

Reino Unido pretende salir del bloque aduanero de la UE y de la política comercial con el fin de lograr sus propios acuerdos de libre comercio con países fuera de Europa. Sentar las bases de un acuerdo bilateral con EEUU, por ejemplo, es una prioridad para May, algo que expresó cuando fue a visitar a Donald Trump.

Con la UE y sus socios, May quiere mantener ciertos beneficios, tales como el movimiento transfronterizo «sin fricción» de mercancías. May sostiene que esto será «mutuamente beneficioso» para Reino Unido y para el resto de países de la UE.

¿Quién hará cumplir las nuevas normas?

Reino Unido y Europa necesitará un nuevo mecanismo de resolución de disputas, y May está convencida de que va a escapar de las garras de la Corte Europea de Justicia, cuyos fallos en la actualidad tienen influencia sobre la ley británica.

El Gobierno enumera varios modelos posibles para la resolución de conflictos entre Gran Bretaña y la UE, incluyendo el uso de paneles de arbitraje similares a los que usa la UE con Canadá en su acuerdo comercial. Tampoco hay que descartar que se cree un modelo completamente nuevo solo para Reino Unido.

¿Qué hacer con las fronteras y el turismo?

El Reino Unido comparte frontera directa con Irlanda, miembro de la UE, y está completamente determinado a evitar que se convierta en una «barrera dura». Reino Unido pretende mantener la zona de tránsito común entre los dos países, una disposición que es anterior a la UE. Esta «frontera porosa» que pretende May podría preocupar al resto de gobiernos europeos.

Más allá de Irlanda, hay muchas preguntas sobre lo fácil que será para los británicos visitar países de la UE. ¿Cómo será la frontera en el túnel del Canal? ¿Se requerirán visados? ¿Qué pasa con las tarifas roaming?

¿Mantendrá Reino Unido el acuerdo de «cielos abiertos» permitiendo vuelos frecuentes y baratos entre Gran Bretaña y Europa? ¿Y qué pasa con la tarjeta sanitaria europea? Muchos son los interrogantes sin resolver. Toca esperar.

Por: CARLOS SERRANO ORTEGA / BLOOMBERG

Fuente: eleconomista.es