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El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, con la ‘premier’ británica, Theresa May. Reuters.

Reino Unido y la Unión Europea apuran la cuenta atrás para el crucial Consejo de la próxima semana, el que estaba llamado a cerrar el grueso del acuerdo del Brexit. El calendario inicial ha demostrado carecer de realismo y resulta improbable que consigan resolver el contencioso de la frontera irlandesa y la futura relación, pero al menos el ánimo ha cambiado y se respira un moderado optimismo.

Aunque Downing Street se esforzó ayer en rebajar cualquier atisbo de euforia, el presidente de la Comisión Europea había reconocido ya un acercamiento entre las partes, una lectura positiva inusual en un Jean-Claude Juncker que parecía ejercer con gusto el rol de negociador correoso. Su entusiasmo es compartido en Irlanda, donde el número dos del Gobierno ha asegurado que un 90 por ciento del acuerdo está listo, toda una declaración procediendo del único país que debe resolver la interrelación fronteriza una vez Reino Unido navegue en solitario. De hecho, aspectos peliagudos, como el reconocimiento de las denominaciones de origen, no parecen ya tan insalvables.

Las fuentes europeas notaron ayer el contraste en comparación con el mes pasado, cuando las probabilidades de una ruptura sin acuerdo habían acelerado las discusiones sobre los planes de contingencia frente a un divorcio a las bravas. La cuestión fundamental continúa siendo el linde con Irlanda, el factor que evidenciará hasta dónde está dispuesto a llegar cada lado para evitar un accidente. El objetivo fundamental es permitir la distensión y, para ello, hoy mismo, el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, analiza la situación con la primera ministra del Ulster.

 

Determinados aspectos en los que no había acuerdo no parecen ya tan insalvables

Nadie quiere la reimposición de una frontera dura, pero todavía no han hallado cómo evitarla. El Número 10 mostró más contención que la que se respira al sur del Canal y subrayó que quedan «grandes asuntos» por resolver. Es más, advirtió de que «hay diferencias entre gente hablando optimistamente sobre un acuerdo y que éste se alcance», una dureza retórica que podría, no obstante, estar más relacionada con una táctica para incrementar el potencial de apoyo en casa para lo que logre negociar en Bruselas.

Con todo, el Ejecutivo británico sigue convencido de que la siguiente maniobra le corresponde a la Unión Europea e insiste en que sin establecer un armazón de la relación futura, no puede haber acuerdo.

 

Fuente: eleconomista.es